-Me lo podía haber imaginado, ¡acidas y verdes todavía! Dijo la zorra mientras decepcionada se tumbaba al pie de la vieja cepa, meneando la cabeza con gesto negativo, mientras se dejaba acariciar su brillante y plateado pelo por el cálido sol de la mañana.
Al rato, con un fuerte y ruidoso aleteo, se posaba un negro y feo cuervo en lo más alto de la parra, e impertinente y altanero como son los cuervos, le dijo a la zorra:
-¿Qué?... ¿Esperando a que caigan solas las uvas, o quizás están demasiado altas?
-Nada de eso amigo, ¡verdes como lechugas y ácidas como limones! Le contesto sin levantar la vista la zorra.
-¡Comprendo, comprendo!... Dijo el cuervo con una sonrisa burlona, y con gesto de superioridad escogió la uva más gorda de la parra y se la comió.
-¡Demonios!, ¡Aggg, maldita sea! Y escupiendo la verde y ácida uva, avergonzado, levantó el vuelo y con fuerte aleteo desapareció rápidamente.
La zorra levantó lentamente los párpados y sin decir esta boca es mía y con una amplia y maliciosa sonrisa, vio como se perdía el negro pajarraco rápidamente, dirección al incierto y lejano horizonte.
Hans Klobuznik.