La lombriz era conocida en la antigüedad como el arado o intestino de la tierra, denominación dada por Aristóteles, y en el antiguo Egipto, la Reina Cleopatra le confirió la categoría de animal sagrado, y se castigaba con la pena máxima el tratar de sacarlas del Reino, para llevarlos a otros territorios.
La lombriz es uno de los animalillos menos agraciados, y más feos que conocemos, pero su trabajo en la naturaleza es uno de los más eficaces y también menos reconocidos. La vida de la lombriz transcurre casi en su totalidad bajo tierra, comiendo y defecando, sin más aliciente que algún encuentro fortuito con el Sr. Topo y siempre con el temor de ser sacada a la superficie por la azada inquieta de un agricultor o un jardinero.
Tan sólo unas semanas al año y siempre coincidiendo con copiosas lluvias, la lombriz se decide a abandonar la seguridad de su refugio y aventurarse por la superficie. Siempre de noche, o con poca claridad, porque la luz del sol puede matarla en pocos minutos. El amor de las lombrices no es un amor cualquiera. Es, probablemente el amor más compartido, el más igualitario y generoso, porque la lombriz da a su pareja tanto como recibe de ella; La lombriz va mucho más allá. La lombriz es, hermafrodita. Es decir, macho y hembra a la vez, y cuando copula, su parte femenina copula con la parte masculina de su cónyuge y su parte masculina lo hace con la femenina del otro. Pasado el tiempo, él y ella tienen cada uno sus hijos (en este caso, huevos encerrados en un capullo). De manera que la relación no puede ser más de igual a igual, más aún por el hecho de que para poder aparearse los dos individuos tienen que ser del mismo tamaño. ¿Cabe mayor igualdad?
Lo normal es que la lombriz no pase de los quince a veinte centímetros. Esas son las que encontramos en nuestras excavaciones jardineras. Pero las hay mucho mayores que viven en niveles más profundos. En Australia viven unos parientes de nuestra lombriz que alcanzan los dos metros, ¿se imagina?
La lombriz es una incansable perforadora de túneles. Su actividad perforadora no cesa ni puede cesar, porque cada vez que come, perfora; y cada vez que perfora, come. Solo cuando da marcha atrás deja reposar a su largo e incansable tracto digestivo, pero la lombriz no es animal que retroceda fácilmente. Engulle la tierra, aprovechando la materia orgánica y expulsando por el otro extremo el resto. De esta manera, al cabo del año ha removido toneladas de tierra, oxigenándola y disgregándola, dejando el suelo en óptimas condiciones para el desarrollo de las raíces de nuestras plantas. Pero aún hace más. Cuando la tierra no es lo suficientemente rica como para servir de plato único, la lombriz se ocupa de arrastrar hasta sus galerías restos vegetales de la superficie, con lo que va enriqueciendo lentamente el terreno. Paulatinamente, el terreno se va llenando de lombrices y haciéndose cada vez más y más rico. Si las llegásemos a tener en un cajón lleno de tierra llegaríamos a conseguir el llamado “humus de lombriz”, un cotizadísimo fertilizante producido por estas incansables lombrices de tierra.
Nuestra lombriz de tierra tiene nombres y apellidos. Es una lombriz común (Lumbricus terrestris). Pertenece al Tipo de los Anélidos (gusanos segmentados en anillos más o menos cilíndricos) y a la Clase de los Oligoquetos. Son animales sencillos y primitivos, que llevan excavando galerías desde hace muchos millones de años. El rastro dejado por sus galerías es uno de los fósiles más comunes y característicos del Paleozoico. La lombriz de tierra tiene un cuerpo cilíndrico ahusado y segmentado .Son en general de color uniforme, casi siempre rojo pálido, pero que puede variar del rosa mate al castaño.
Las lombrices de tierra desempeñan un importante papel en la ecología del suelo. Al ser removido y aireado, por la acción de las lombrices de tierra, el suelo se vuelve más fértil. Las lombrices de tierra son también una fuente de alimento para muchos animales y constituyen el principal alimento de los topos y las musarañas. Las lombrices de tierra necesitan vivir en suelo húmedo que contenga materia orgánica. Suelen vivir en las capas superiores, pero en invierno se entierran más para escapar de las heladas. Cuando el clima es muy caluroso, hacen lo mismo para evitar la deshidratación.
En la lombriz de tierra el aparato respiratorio es muy primitivo y el intercambio de oxígeno se realiza a través de la pared del cuerpo. El sistema circulatorio, nervioso y excretor está también metamerizado, es decir, repartido en los distintos anillos. Así en cada anillo se hallan 5 pares de corazones y un par de riñones.
Aparentemente sin órganos sensoriales, posee unas células primitivas sensibles a la luz que le indican si es de día o de noche, y poco más. También detectan bien las vibraciones, y suponemos que tendrán cierta capacidad olfativa... No parece mucho, pero a ellas les va de maravilla. El sistema muscular está muy desarrollado tanto en sentido longitudinal, como en sentido circular, lo que permite al animal efectuar cualquier tipo de movimiento. La lombriz vive en sustratos con pH de 5 a 8,4. Fuera de esta escala, la lombriz entra en una etapa de latencia. La lombriz de tierra no tiene aparato masticador (dientes), su efectividad está en su aparato digestivo para lo cual tiene un aparato bucal succionador, faringe, buche, y el resto es intestino. No posee pulmones, y como ya dijimos anteriormente, respira por la piel. Mueren si son expuestas a congelación, o bajas temperaturas, su temperatura ideal es de 16º a 28º C.
La lombriz no posee ningún tipo de defensa, por lo que cualquier organismo la puede atacar. No se le conocen enfermedades. Son atacadas por hormigas, ciempiés, pájaros, ratones, topos, sapos, etc. La lombriz de tierra se utiliza también para hacer abono orgánico y como anzuelo en la pesca industrial y deportiva.
¡Protejámosla!
Exceptuando esas salidas nocturnas de las que hemos hablado, sólo veremos a nuestra lombriz accidentalmente cuando excavemos el terreno para plantar, aporcar, orear, y esporádicamente cuando llueva y no haga frio. No la dejemos desenterrada porque el sol acabará con ella en pocos minutos. Hagamos un pequeño hoyo en otro lugar del jardín y dejémosla allí; o, simplemente cubrámosla de hojarasca: Ella se buscará la vida. Cada lombriz que salvemos es como si abonásemos con un kilo de mantillo; y la lombriz, además de no producir mal olor, es gratis. Como acabamos de ver es una incansable trabajadora ecológica, limpia y trabaja para nosotros sin pedir nada a cambio.
¡Protejámosla y cuidemos de ellas, pues son nuestras grandes benefactoras!
Hans Klobuznik