Homenaje a todos los padres del mundo en el "Día del
Padre" 19 de marzo "San José"
Pipo era huérfano de padre y con sus cuatro añitos, sabía perfectamente lo que era carecer de algo tan maravilloso como era tener un padre. Vivía solo con su madre, que aunque la quería mucho, sentía que le faltaba algo, y su vida no estaba completamente llena. Cada fin de semana corría a la Plaza para ver como los demás niños jugaban con sus padres. Unos jugaban a la pelota, tirándoles a gol, otros sujetaban las bicis para que aprendieran a montar, otros paseaban de la mano hablando de no se sabe qué. Pipo admiraba a cada uno de estos padres más que a los "Superheroes" de los comics que tanto le gustaba ojear. Luego por las noche al acostarse y antes de dormirse se imaginaba igualmente jugando con su padre y como último se decía, que algún día cambiaría su suerte y él también tendría un padre, pero un padre hecho a su media.
Cierto día el pueblo se llenó de carteles anunciando que en breve se abriría una nueva y gran juguetería. Todas las calles se llenaron de grandes y atractivos carteles con frases como: "Tenemos todo lo que un niño necesita", "Hacemos felices a los niños", “Todo lo que buscas está aquí" y al final de todos los carteles ponía: "Jugueterías D. Rufo cumple todos los sueños de los niños". Pipo se maravilló con todos y cada uno de los carteles. Pedía a su madre que se los leyera una y otra vez y se había aprendido cada una de las frases de memoria. Día tras día preguntaba cuando abriría la gran juguetería sin poder esperar para poder entrar.
Un día ya cansada, le dijo su madre:
-"No sé qué esperas, pues no creo que tengan cosas diferentes a las jugueterías de la ciudad”
-"¡Dicen los carteles que tienen todo lo que un niño pueda desear!" contesto ilusionado el pequeño.
-"Propaganda de comerciantes, no hay que creerles todo” replicó desconfiada su madre.
Pipo calló, pensando que en esa gran juguetería encontraría lo que tanto anhelaba.
Así, llegó el día de la gran inauguración y era tanta la gente que asistió, que no pudo ni llegar a entrar dejándolo finalmente para el día siguiente, a ver si veía o encontraba lo que tanto necesitaba de allí.
Al día siguiente nada más abrir el comercio entró expectante y lleno de ilusión.
-"Buenos días" dijo el niño dirigiéndose a D. Rufo al entrar. "Vi los carteles, y por eso me decidí a entrar"
-"Muy bien niño, entra y busca lo que quieras, como se suele decir, ¡estás en tu casa!"
-"¿Es cierto que aquí tienen todo aquello con lo que un niño pueda soñar?" preguntó ansioso el pequeño.
-“¡Sin duda niño, sin duda!" contestó D. Rufo.
Con una sonrisa más grande que su carita, Pipo le dijo:
-"Pues bien, ¡¡¡QUIERO UN PADRE!!!"
-"¿Perdón? creo que no te entendí bien"
-"Un padre, necesito comprar un padre”
-"¿Un padre?" repitió D. Rufo ya seguro de haber escuchado bien.
-"Si, un padre, como esos de la plaza, los que juegan a la pelota con sus hijos y les leen cuentos por la noche antes de dormir" contestó Pipo con una gran sonrisa en su carita.
-"Niño, perdona, pero creo que te has confundido, esto es una juguetería, aquí se venden juguetes, además permíteme que te diga, pero... los padres no se venden"
-"¿Ah, se alquilan? Bueno, pues entonces alquíleme uno por favor"
-"No pequeño... tampoco se alquilan".
Pipo se quedó serio, miró al comerciante unos segundos dio media vuelta y salió corriendo de la juguetería sin decir una sola palabra. El dueño se quedó pensativo a la vez que triste. La extraña petición, lo había sorprendido, pues la tristeza del niño lo había conmovido profundamente.
Esa noche Pipo lloró mucho. Por la mañana vio un hermoso sol
en el cielo y le pareció que le decía que no debía darse por vencido. Con
nuevos ánimos volvió a la juguetería.
-"Buenos días" dijo el niño.
-"Buenos días" le contesto el comerciante.
-"¿Qué necesitas hoy?"
-"Tal vez ayer no me expresé bien" contestó Pipo.
D. Rufo comenzaba a tranquilizarse, seguramente había sido un error lo del día
anterior.
-"Pues bien, te escucho." dijo el hombre
-"Juguetes para armar venden ¿verdad?" preguntó.
-"Por supuesto, de todos los tamaños. ¿Qué buscas?"
Contestó entusiasmado D. Rufo pensando que ya se estaba entendiendo con el
pequeño.
-"Un padre para armar, veo cajas muy grandes y en
alguna de ellas seguro que tiene un padre para armar".
El vendedor no podía creer lo que estaba escuchando. La
inocencia y la perseverancia que tenía aquel niño, que creía que podía
encontrar un padre en su negocio no solo le sorprendía, sino que le conmovía
profundamente.
-"¿Qué pasa, es que no tienes padre?"
-“No, nunca tuve uno. He preguntado a mis amigos como
tuvieron los suyos, pero todos me contestan que cuando nacieron, estos ya
estaban allí y no saben cómo hacer para conseguir uno"
-“¿Y qué pasó con tu padre?"
-"No lo sé, mi madre no quiere hablar de ese tema, pero
yo simplemente quiero también uno"
-"¿Y qué te ha hecho pensar que aquí conseguirías uno?”
-"¡Los carteles!" El rostro de Pipo se iluminaba
nuevamente.
-"Los carteles", repitió, "ellos decían que
usted tendría todo lo que a un niño podía hacer feliz, todo aquello que un niño
podía desear"
-"Si... si..." titubeó D. Rufo, "pero, los
carteles se referían a juguetes, ¡no a personas!".
La sonrisa de Pipo fue desapareciendo poco a poco, pero conociéndole,
él no se resignaría fácilmente. A eso, apareció la madre por la puerta y sin
saludar siquiera dijo:
-"Vamos Pipo, se hace tarde" Y Pipo cabizbajo salió,
no sin antes decir en voz baja:
-"Mañana volveré"
¿Qué le diría el día siguiente este niño tan curioso? ¿Se daría
cuenta que pedía algo imposible? ¿Cómo hacerle entender que no hay juguetería,
por grande que esta sea, que cumpla todos los deseos de un niño? Se preguntaba
D. Rufo. Y efectivamente, al día siguiente el niño volvió.
-"Y... ¿no tendría un padre a pilas? No me importa que
salga más caro, ahorraré lo necesario para comprarlo y luego ponerle las
pilas..."
-"No niño, no tengo un padre a pilas, ni a cuerda, ni
de ninguna manera, yo vendo juguetes y un padre no es un juguete"
-“Entonces... ¿Los carteles no decían la verdad?".
Balbuceó el niño con lágrimas en los ojos. El hombre enmudeció, no sabía que
contestar. Ese niño, que el primer día entró con una sonrisa en la cara, y
ahora tenía lágrimas en los ojos. Se sintió mal, jamás pensó que los carteles
que había mandado colocar hubiesen podido crear semejante confusión.
Sin embargo, no era eso lo que le entristeció, sino... la
soledad del niño. No sabía qué hacer, no quería mentirle, no quería seguir desilusionándolo,
pero sentía que tenía que ayudarlo de alguna manera.
-"No llores pequeño, no tengo ningún padre para
venderte"
-"¿Ni importado?" Insistió el niño entre sollozos.
-"No terminas de entenderlo, un padre no se vende ni se
compra, un vínculo de amor tampoco, pero no desesperes, pues llegará el día en
que un hombre entre en la vida de tu madre y entonces..."
-"Pero yo necesito un padre... ahora..."
Comprensivo D.Rufo sonrió levemente sin saber que contestar.
"¿Quieres quedarte conmigo y ayudarme en la juguetería?,
tengo mucho trabajo que hacer. Avisamos a tu madre, y si te da permiso, pasas
la tarde aquí" Le preguntó el hombre. Sorprendido. Pipo aceptó, e
inmediatamente se puso a ayudar al dueño de la juguetería. Así se entretuvo
toda la tarde entre los más variados juguetes, pasándosele el tiempo sin darse
cuenta.
A partir de ese día se pasaba todas las tardes el niño por
la gran juguetería para echar una mano a D. Rufo en los más variados recados,
rodeado de juegos y juguetes. El hombre lo dejaba jugar, hablaban, reían pero
sobre todo, se acompañaban mutuamente. No solo Pipo necesitaba de compañía, ya
que D. Rufo estaba soltero y no tenía familia.
-"El sábado que viene cerramos por la tarde, ¿quieres
que te acompañe al parque?" Le preguntó el comerciante.
-"Pero... al parque suelo ir con mi mamá" le
contesto Pipo sorprendido.
-"Pero... ¿tu mamá juega a la pelota?"
-"No, pero tu jugarías conmigo?"
Por fin llegó el tan anhelado sábado y los dos fueron al
parque, por primera vez en su vida Pipo se sintió acompañado y querido como un
hijo por su padre. El tiempo voló haciéndose mutuamente compañía, jugaron,
charlaron, rieron y bromearon como los otros niños que él solía observar todos
los fines de semana sentado en uno de los bancos del parque. Pipo creció y creció
y se fue dando cuenta que nunca encontraría a un padre en un comercio, sin
embargo, D. Rufo fue llenando poco a poco los huecos del cariño que Pipo
necesitaba tapar con la ausencia de su padre. Pipo ya iba a cumplir seis
añitos, y D. Rufo quería hacerle un gran regalo.
-"Dime Pipo ¿qué deseas que te regale? Puedes elegir el
regalo o juguete que desees, el más grande, caro o sofisticado que sea, pues
ese será... tu regalo" El niño se quedó un segundo pensando, pues no era
una oferta para rechazar, pero para sorpresa de D. Rufo, este dijo:
-"No gracias, ya tengo lo que quería, ¡no necesito más!"
A todos los padres naturales, de adopción, de acogida, biológicos
o como los queramos llamar... En el "Día del Padre",
¡Felicidades papás!
Cuento
adaptado por Hans Klobuznik
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