Rápidamente se vistió, despertó a su hijita, la lavó, dio de desayunar, vistió y la peinó con todo su esmero.
A la misma hora, como cada dia salieron las dos con paso ligero, camino de la escuela.
Al pasar frente a un parque infantil decidió pararse un rato, y sentándose en un banco dejó a su hijita montarse en los columpios.
De pronto una voz cálida, cariñosa, suave pero a la vez determinante, dijo: "Lucia, cariño, baja a tu muñeca del columpio y vamos ya a la guarderia, ¡se nos hace tarde!"
Hans Klobuznik
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