10 may 2011

Der Osterhase o El Conejo de Pascua

24 de abril de 2011, luce un sol de uñas y aunque el ambiente es húmedo por las continuas lluvias de estos días de primavera no hace frío. Como todos los fines de semana que el tiempo lo permite, estamos sentados en la terraza de nuestra casa esperando que llegue la hora de la comida, cuando llaman a la puerta, abrimos y vemos que vienen a visitarnos mi hermano Karl, mi cuñada Teresa y sus hijas Monika y Sara. Instantes después llegan Jesús, Marta y sus dos pequeños Vera y Teo también para visitarnos.

Todavía charlando de pie en el recibidor, y antes de pasar al salón, pido atención a los niños y con voz un tanto excitada y misteriosa les pregunto: -"Pero bueno, si es Domingo de Pascua, ¿no es hoy cuando viene Der Osterhase o en español, el Conejo de Pascua? ¡Sí! El que trae los riquísimos huevos de colores y figuras de chocolate"-. Siguiendo mi pequeña actuación, todos nos quedamos  expectantes y sorprendidos. -"¡Es verdad! Hoy es el Domingo de Pascua y tenia que haber venido el conejo con los huevos de Pascua"- contesta con una  sonrisa picarona la mayor de mis sobrinas. -"¡Hala vamos! Vamos a buscar a ver si ha venido a casa a dejarnos algo"-, contesto yo con excitación. Con esa expresión de alegría, mezclada con sorpresa y satisfacción, como solo la pueden poner los niños, éstos se lanzan al suelo a buscar bajo el aparador, el revistero, la librería y... Efectivamente, un grito de alegría: -"¡Aquí hay dos y aquí otros dos!.. ¡Mira una gallina de chocolate y aquí un conejo con unas enormes orejas!..-

 Así estamos un rato buscando entre risas y bromas por todos los rincones del salón los huevos que ha escondido el Conejo de Pascua, como lo hacía años antes cuando éramos pequeños y nos los traía a nosotros. Por aquel entonces en el jardín de la casa de mis padres, apodada en el pueblo como La Curera, un chalet de piedra de granito de la zona, con muros de 1 m. de diámetro y una habitación enorme por la que patinábamos con nuestros patines de hierro de cuatro ruedas, como si fuese un estadio de patinaje artístico. Entonces el Osterhase los escondía entre arbustos y plantas de rocalla, rocas de musgo y coníferas rastreras. Aunque haciendo ahora memoria, no recuerdo que a nosotros nos trajeran por aquel entonces huevos de chocolate...
De esto hace por lo menos 28 años que los buscábamos con mi hijo Joaquín y mi hija Stefany, también en el jardín de casa y hace 40 años con mi hermano Karl y 60 con mi hermano Rudolf... Pensándolo bien, ya ha llovido desde entonces y supongo que será el hijo, nieto o bisnieto de aquel conejo Osterhase el que los pinta, trae y esconde ahora.
Luego, tras la complicada y dura búsqueda y recolección de todos los huevos nos sentamos todos alrededor de la mesa y colocamos en una cesta todo lo encontrado. Ahora es el momento, como dice mi nieta Vera, de compartir y repartir a partes iguales entre todos los niños y los mayores el tesoro encontrado. Menos mal, un año más no se olvidó el Conejo de Pascua, de traernos los preciosos y riquísimos huevos decorados y pintados de alegres y brillantes colores.

Por cierto, ¿sabéis que esta tradición data de hace cientos y cientos de años? Para el que no lo sepa, le diré que el Cristianismo adoptó el simbolismo de la resurrección con la figura del huevo, por el paralelismo de que salga vida de algo que aparentemente está muerto. Ya en el siglo XII, se conoce por primera vez la tradición de enterrar cáscaras de huevo, mezcladas con las cenizas del fuego que se había prendido en la Pascua, para así aumentar la cosecha del año siguiente.
También era costumbre por aquel entonces entre los cristianos y los ortodoxos comer huevos tras la abstinencia de comer carne durante la Semana Santa, ya que al huevo se le consideraba también carne y así con este acto se daba por finalizada una etapa, comenzando una nueva estación. También era costumbre en el siglo XII bendecir los huevos que se daban a los criados creyentes, en agradecimiento y recordatorio de la resurrección de Cristo. De hecho en la Edad Media, el simbolismo en la teología cristiana como en la historia del arte de aquella época, simbolizaba el huevo la resurrección de Cristo apareciendo en muchos cuadros, al fondo o en los laterales de estos.
Igualmente se relaciona esta época de primavera con la aparición de los primeros conejos, tras los largos meses de invierno de fuertes heladas y grandes nevadas. Las gallinas volvían a poner huevos tras el paréntesis invernal y estos servían para pagar el famoso diezmo (el pago del 10% de la cosecha a los dueños y señores de los campos). Así adelantaban parte de esos impuestos antes de la recolección de sus cosechas.
En el siglo XIII se tienen los primeros datos de huevos pintados, y ya en el XVI, un médico escribió sobre "De ovis paschalibus" es decir "de huevos de pascua". Estos huevos pintados en distintos colores simbolizaban:
  • Rojo = la muerte de Cristo.
  • Amarillo = deseo de iluminación y sabiduría.
  • Blanco = color de pureza.
  • Verde = juventud e inocencia.
  • Naranja= resistencia y coraje.
En el cristianismo de la Edad Media también se simbolizaba la fertilidad con la figura del conejo, pudiéndose ver en multitud de obras pictóricas de aquella época escenas de conejos. Unos de los primeros huevos decorados que se encontraron fueron con dibujos que representan tres conejos, estos con tres orejas entre los tres pero de tal forma colocados que forman un triángulo que al mirarlo parece que cada uno tiene dos orejas. Esto en el cristianismo de la época venía a representar la Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo. Con todos estos antecedentes, podemos comprender la tradición actual de regalar huevos de colores, ya sean de gallina, chocolate, cocidos, vacíos, de madera o rellenos de escayola. También es costumbre entre ciertas personas adineradas de regalar como señal de amistad o amor los famosos huevos de "Fabergé" auténticas obras de arte, con precios astronómicos que ya se cotizan y exponen como obras de arte en museos de todo el mundo.
 
Hoy en día, como consecuencia de las migraciones del siglo pasado provocadas por las hambrunas, guerras o persecuciones de los distintos países europeos, como Alemania, Inglaterra, España, etc. se ha generalizado y extendido esta costumbre de regalar huevos a través del Conejo de Pascua, tanto en Estados Unidos como Australia y demás países del mundo occidental. A mí personalmente me parece que todo lo que sea mantener las tradiciones y costumbres y si además como en este caso son ricas y dulces es un  gran acierto.

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