Hoy en día nadie se sorprende de ver a alguien ya sea mujer u hombre, en una fiesta, en una boda o por la calle con un prendido de flores naturales, en el cuello del vestido, en la solapa del traje o en el chaqué.
Ya el famoso maestro granadino (Francisco Alonso, 1887-1948) compuso en el pasacalles "Los Nardos" las siguientes frases en su famosísima canción "La calle de Alcalá":
"Lleve usted nardos caballero, si es que quiere a una mujer…” y esta otra: "El buen mozo que la ve, va y le dice: venga usted, a ponerme en la solapa lo que quiera… que la flor que usted me da, con envidia la verá todo el mundo, por la calle de Alcalá”. Cuenta la leyenda, que el llevar una flor en el ojal un caballero, proviene de una antigua costumbre, y cuentan que tuvo su origen durante la Revolución Francesa, siendo la primera persona que utilizó una flor en su chaqueta, en concreto un perfumado y vistoso clavel blanco.
Un caballero llamado Rougeville que, habiendo obtenido permiso para entrar en la prisión de la “Conciergerie” donde esperaba su trágico destino, y languidecía María Antonieta de Francia esperando su triste final en el cadalso (plataforma para ajusticiar públicamente), tuvo la idea de esconder, en el cáliz de un gran clavel blanco que puso en su jubón, un mensaje para la desdichada reina, aunque este hecho no tuvo el éxito que se esperaba y la reina no pudo ser liberada, y terminó conociéndose este hecho, como la conspiración del clavel.
Después de este episodio, la nobleza francesa comenzó a utilizar un clavel blanco como distintivo en sus trajes, mientras que los partidarios de Bonaparte utilizaron como símbolo un clavel rojo.
Cuentan que el color purpura que la cinta de la Legión de Honor, que Napoleón instituyó, se relaciona con el color bermejo del símbolo floral elegido por los seguidores del Emperador.
El uso de las flores en el ojal no pasó los confines de Francia, pero en 1837, en Inglaterra, durante un gran baile, fue presentado a la reina Victoria el joven Alberto de Coburgo, enamorándose la soberana inmediatamente de él, apenas lo vio, y como muestra de su afecto desprendió una flor del ramillete que adornaba su vestido y se la ofreció, el joven ante el honor que le hacía, pidió que le trajeran unas tijeras y se dio un corte en la solapa de la chaqueta para colocar en ese lugar la flor, allí nació su historia de amor y una moda que ha traspasado varias épocas, creándose así la moda, del caballero elegante, con una flor en el ojal.
Desde Maria Antonieta hasta nuestros días, la moda de llevar una flor en el ojal se ha mantenido con más o menos seguimiento hasta ahora, si bien, en ocasiones de mucha etiqueta o en eventos formales como bodas es algo habitual, con todos los adelantos de que se dispone hoy día las flores en el ojal cuentan con ingenios modernos que las mantienen frescas mucho más tiempo, aunque desde el siglo XIX, cuando los “tailleur”(traje de chaqueta femenino) eran moda, las modistas y las floristerías de renombre ya vendían broches especiales para colocarlos debajo de las solapas, algunos con unos tubitos de vidrio en los que la flor hallaba suficiente humedad para mantenerse fresca durante horas. El tubito tenía un poco de algodón hidrófilo empapado en agua. La flor en la solapa en los caballeros, en las bodas, es porque como todos los invitados van de traje o de chaqué muy parecidos o iguales, para diferenciar un poco al novio y al padrino del resto de los invitados, para darles más importancia, se les pone una flor o un prendido floral generalmente a juego con el ramo de la novia, o con la personalidad del novio, y en muchos casos con la temática de la boda si la hubiera. He visto bodas donde el padre del novio también lleva el "boutonniere" (que es el nombre de este arreglo floral para caballero) en la solapa. Personalmente no estoy muy de acuerdo, el boutonniere sólo le pertenece al novio y al padrino y a nadie mas.
En cada época se ha impuesto preferentemente la costumbre de utilizar una determinada flor, hubo la época de los crisantemos, cuando Oscar Wilde solía llevar una de estas grandes corolas en su solapa, luego se puso de moda la orquídea, flor preferida por el primer ministro inglés Chamberlain, también ha tenido su momento el clavel, del que era un seguidor Churchill.
Durante finales del siglo XIX hasta la primera guerra mundial estuvo de moda en los hombres la gardenia, y entre las mujeres un ramillete de varias flores o “corsage”(prendido de flores para el vestido, o colocado en la muñeca, a diferencia del "boutonniere"que es mas masculino), y en la España “cañi”, no podía faltar en las solapas un nardo primero y después una violeta.
Otra posible historia sobre la procedencia de los prendidos es la siguiente anécdota. El príncipe consorte Alberto de Sajonia (1819-1861), casado con la reina Victoria I del Reino Unido, era un hombre que destacaba por su elegancia. Siendo novios su prometida, Victoria, le regaló una rosa y él, que tenía fama de hombre galante y amable, se hizo un agujero en la solapa de la chaqueta que llevaba puesta para ponerse la flor. A partir de entonces hizo colocar un ojal en todas sus americanas.
Los sastres de la época enseguida pusieron de moda la idea del ojal para llevar una flor en él.
Con el tiempo ese ojal ha servido no solo para las flores sino que para llevar todo tipo de insignias, pins, medallas, pero principalmente por elegancia y distincion, se ponen flores.
Recuerda, si quieres destacar en cualquier fiesta sin llamar la atención ponte flores en el ojal y triunfarás.
Hans Klobuznik.
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