En un país lejano, una madre viuda vivía con su único hijo en una pequeña casita en el corazón de un gran bosque. El hijo trabajaba la madera como lo había hecho su padre antes de morir, pero un día decidió marcharse a la gran ciudad para hacer fortuna.
Después de varios años trabajando en distintos oficios decidió volver a casa y tras una larga caminata llegó a su casa a media noche. Al llegar, vio la puerta de su casa abierta y con un gran susto entro gritando:
-"Madre, madre, ¿le ha sucedido algo? ¿Está usted bien?". Su madre sobresaltada salió a su encuentro diciendo:
-"Hijo, bienvenido, ¿ya estás de vuelta? ¿Estás tu bien?"
-"Si madre, ya decidí volver, pero dígame, como se dejó la puerta abierta a estas horas de la noche?"
-"Hijo", le contestó su madre con una amorosa sonrisa: "Desde que te fuiste, la he dejado siempre abierta, esperándote y pensando que podrías volver en cualquier momento, y para que no tuvieses ninguna dificultad para volver entrar en tu casa, te la dejé todas las noches abierta..."
Efectivamente, ¡Madre solo hay una!
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