20 feb 2012

El paquete de galletas

Una joven esperaba el embarque de su vuelo en un gran aeropuerto. Como tenía una larga espera ante si, decidió comprarse un libro y un paquete de galletas. Se sentó lo mas cómodamente que pudo en un banco corrido y se puso tranquilamente a leer, dispuesta a pasar un buen rato de descanso.
Al poco, se sentó junto a ella un hombre, que igualmente se puso a leer una revista en el más absoluto silencio. En un movimiento mecánico ella alargó su mano y cogió su primera galleta. A eso el hombre de la revista, también cogió una galleta. Sorprendida y un poco irritada por este comportamiento, siguió leyendo y no dijo nada. Nuevamente cogió una galleta, y nuevamente cogió el hombre otra galleta. Totalmente descolocada pensó: "¡Qué cara más dura!" y siguió comiendo. Pero cada vez que ella cogía una galleta, el hombre hacía lo mismo. Ella se iba enfadando cada vez más, pero no quería dar un espectáculo y seguía con la mirada fija en su libro aunque hervía de ira por dentro.

Quedaba ya solo una galleta y ella pensó: "Y ahora, a ver, ¿qué va a hacer este caradura?" Sin levantar la cabeza del libro, notó como el hombre cogía la última galleta, la partía en dos y le daba una de las mitades. Bueno… ¡Esto ya era demasiado! Ella estaba enfadadísima, y en un arranque de genio desbordado, cogió su libro, su bolso y su maleta y salió disparada hacia su sala de embarque, sin siquiera girar la cabeza hacia atrás.

Allí, ya mas calmada, y habiendo embarcado por fin en su avión, se sentó aliviada en su asiento junto a la ventanilla, miró un momento hacia el exterior, y abriendo su bolso para guardar las gafas... se quedó petrificada descubriendo en su interior el paquete de galletas intacto y totalmente cerrado... Se sintió morir. No podía comprender como se había equivocado. Había olvidado que al comprar el libro había guardado el paquete en su bolso.

Por lo que ahora comprendía que aquel hombre había compartido sus galletas con ella. Sin ningún problema, sin rencor, sin explicaciones de ningún tipo, simplemente lo había compartido sin esperar nada a cambio. Sin embargo, ella se había enfadado tanto pensando que había tenido que compartir sus galletas con el.

Apesadumbrada, se dio cuenta que ahora ya no tenia ninguna posibilidad de explicarle su enfado, de excusarse, ni de pedirle disculpas. Ahora también se daba cuenta, que no se puede ir por la vida sin mirar a ambos lados, ignorando a quien esta junto a ti, pues nadie esta solo en este mundo, sino estamos rodeados de gente, en su mayoría fantástica y maravillosa. Ya en el colegio, o mismamente nuestros padres nos intentaban inculcar la frase, “Hay que compartir, pues compartir es vivir”. Así la joven, mientras volaba a su destino, triste y arrepentida pensaba: Ya no podré excusarme ante él, pues hay cosas que no podemos recuperar nunca jamás, como una palabra después de haberla dicho, el tiempo cuando ya a pasado y la ocasión después de haberla perdido.

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