5 mar 2012

El cuento de las dos piedras

Había una vez, hace muchos, muchos años, en un pequeño pueblo, un granjero a quien no le alcanzaba el dinero para devolver una importante suma de dinero que le había sido prestada por un viejo, feo y antipático comerciante.

Como el granjero tenía una hija muy bella, que despertaba un fuerte deseo del prestamista hacia ella, este último le propuso un trato. Le dijo que le condonaba su deuda, si él le daba a su hija en matrimonio. Tanto el granjero como su hija, quedaron horrorizados con esta propuesta.
Ante la negativa de ambos, el viejo prestamista varió un poco su propuesta, sugiriendo que fuera el azar quien determinara si la propuesta iba o no iba adelante. Les explicó que iba a colocar una piedra blanca y una piedra negra dentro de una bolsa vacía y la joven debería sacar una de las piedras de la bosa al azar, sin ver que color tenía ésta.
Si sacaba la piedra negra, se casaría con el viejo usurero y la deuda de su padre se consideraría cancelada. Si por el contrario sacaba la piedra blanca, no tendría que casarse con el anciano, pero, para hacer más atractiva esta manera de tomar la decisión, la deuda de su padre, también quedaría perdonada. Por el contrario, si ella rehusaba entrar en este juego de azar, su padre sería inmediatamente denunciado y enviado a la cárcel por el impago de su deuda y ella quedaría abandonada y arruinada a expensas del viejo prestamista.

Siguieron caminando, hablando y discutiendo y en un momento de descuido, el viejo intrigante se agachó rápidamente para recoger las dos piedras del suelo. La chica que estaba en tensión y teniendo la vista de un lince, se dio cuenta que el hombre había cogido disimuladamente las dos piedras, pero ambas del mismo color, NEGRAS y las había metido rápidamente simulando total normalidad dentro de la bolsa. Pero ella no dijo nada y se puso a pensar que hacer. A continuación el viejo prestamista le pidió amablemente, pero con una sonrisa burlona, que sacara una de las piedras que estaban dentro de la bolsa, como habían acordado en el trato anterior.
Toda esta situación había tenido lugar en el pequeño camino que estaba recubierto por piedras blancas y negras idénticas a las de la bolsa. En esto la joven metió lentamente la mano en la bolsa y sacó una de las dos piedras cubriéndola totalmente con su mano. Pero al sacarla la dejo caer inmediatamente como por accidente al suelo, sin que nadie tuviese tiempo de verla, y fingiendo estar contrariada, a la vez que asustada, se disculpó por la torpeza cometida. Al caer la piedra extraída al suelo esta se confundió inmediatamente con los otros cientos de piedras blancas y negras que formaban el camino que llevaba a su casa. "¡Pero que torpe soy!" exclamo ella. "¿Como pudo pasarme algo así? “No importa" prosiguió rápidamente. "Todo tiene solución. Se puede saber con exactitud cuál es la primera piedra que saqué, pues sacando ahora con mucho cuidado la que queda en la bolsa, sabremos que si la que queda es blanca, habré sacado la que se me cayó de color negro, y si la que queda en la bolsa es negra se me habrá caído la de color blanco. ¿No es así? "A eso con cara y voz inocente, le pidió al usurero que por seguridad sacara él mismo la piedra que quedaba. Mudo, y sin saber que decir, metió la mano en la bolsa, sacó la última piedra, y por supuesto esta era... NEGRA... Por consiguiente, la primera piedra que sacó la joven no podía ser sino... la BLANCA. Por supuesto el malhumorado viejo, rojo de ira, no se atrevió a confesar su trampa y la muchacha transformó así la situación que parecía imposible de salvar en un desenlace muy ventajoso para ellos, sin tener que casarse ella y liberando a su padre de su fatal deuda.

Esto nos enseña que existe una solución para la mayor parte de los problemas aun siendo estos muy complejos. El problema se suele presentar, porque no sabemos ver las cosas, desde el ángulo adecuado. Debemos ser positivos, analizar la situación, pensar tranquilamente y luego tomar sin titubear la decisión mas adecuada.

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