14 dic 2011

El Cuento de La Rosa de Navidad

Hoy os voy a contar la historia de la Rosa de Navidad, una flor solitaria y a su vez extraordinaria.

Esta flor no conoce los días alegres de la primavera ni las noches plácidas y olorosas del verano, no disfruta de los trinos de los pájaros ni de los rayos cálidos del sol, al contrario, su mundo es la nieve y el hielo y solo baila al ritmo del fuerte y gélido viento del norte, oyendo como única música el graznar de los negros cuervos y el aullar de los hambrientos lobos. Sin embargo es blanca y tierna como sus hermanas, crece rodeada de sus verdes hojas y en su cáliz guarda igualmente los secretos de las flores. Ella no siente el dolor del invierno y en silencio se siente orgullosa de su fuerza, sabe el honor que representa ser la única flor que florece en invierno pudiendo celebrar junto con los humanos la fiesta de la Navidad.

Dime hermana del Lirio ¿Quién te llamó a esta vida invernal?, ¿Qué te dio la fuerza para aguantar y resistir el frio y la ventisca?, ¿Por qué no descansas ahora tú también?

Oigo el silbar del viento y el crujir de las hojas como tonos y acordes musicales pero ahora os voy a contar su verdadera historia:
Es el Día de Todos los Difuntos del año tantos y por el camino, bordeado por altísimos cipreses, que lleva al cementerio, gente enlutada porta centros y coronas para sus difuntos, así como ramas de abeto y ciprés, tallos de pyracanta y flores de invernadero. Marchan en silencio como pensando en tiempos pasados o soñando con tiempos futuros. El último en la procesión es un pequeño chiquillo que porta al hombro una cruz verde, un gran peso para un cuerpecillo tan pequeño, es una cruz tosca con esquinas irregularmente cortadas, se ve claramente que sus jóvenes, débiles y poco profesionales manitas han cortado y montado la tosca cruz.

De la capilla del cementerio salen los agudos sonidos de una pequeña campana que invita a pasar lentamente a los presentes al Campo Santo, un suave viento les acompaña, son los Ángeles de los Difuntos que de manera invisible entran con ellos. Poco a poco abandonan hombres y mujeres el pasillo central, perdiéndose en los múltiples caminos secundarios en busca de las tumbas y panteones de sus seres queridos. Ya llegó también el pálido y delgado chiquillo a la tumba de su madre, se detiene frente a un montón de tierra recién removida que está sin cuidar ni decorar, el pequeño se arrodilla y planta la cruz sobre el montón de tierra rezando en silencio.
El Ángel, que le acompaña en silencio, también se inclina y lee "Querida Madre" escrito con grandes e infantiles letras sobre una de las tablas de la cruz, entonces el Ángel, con cariño besa la frente del niño. Poco a poco se van llenando una a una todas las tumbas con ramos, centros y coronas, pero los ojos del muchacho estaban clavados sobre la tumba vacía y triste de su madre. De pronto con lágrimas en los ojos, en voz baja y un poco compungido se puso a rezar: "Señor Dios, deja que crezca en la tumba de mi madre, aunque solo sea una única pero bella flor, yo tengo que volver al orfelinato y ya no podré volver a traerle nada, pero tu Señor sí que puedes, eres bueno y todopoderoso por eso yo te suplico que me concedas este favor".

A continuación, el Ángel besó por segunda vez al niño y un extraño resplandor iluminó la cara del pequeño. Como con fuerzas renovadas se levantó, volvió a colocar bien recta la cruz, besó la tierra desnuda de la tumba y se dirigió a la puerta de salida tras los últimos visitantes que ya abandonaban el Campo Santo.

El Ángel, sin pérdida de tiempo, voló entonces al cielo y llevó inmediatamente el deseo del niño a Dios. "Es invierno" dijo el Señor "todas las plantas duermen y descansan y ¿voy a tener que cambiar las leyes eternas por la petición de un niño?" "Tu omnipotencia, Señor, es mayor que tu ley y tu bondad mayor que tu voluntad". Entonces sonrió el Señor, las nubes se iluminaron y las estrellas brillaron. "Ven, acompáñame" le dijo al Ángel y sin decir palabra entraron en el Jardín del Paraíso.
Allí florecen todas las flores que son pisoteadas, arrancadas o tiradas en la tierra. Sus colores y perfumes son aún más intensos que en los jardines y campos de donde provienen. A su paso todas se estiraban y querían lucir aún más, Dios paseaba con ojo crítico y llegando a un lirio blanco se paró ante él, lo tomo en sus manos, lo besó y se lo dio al Ángel. "Para alegría del niño y como recuerdo a mi hijo quiero que florezca este mensajero del cielo ahora y para siempre en la tierra, entre la nieve y el hielo, que el viento esparza por todos los países del norte sus semillas y que el calor de mi voluntad fluya por sus raíces y perdure así en el tiempo. Tú a partir de ahora cuida al niño de corazón cálido, extiende tus alas sobre él para que la semilla germine en su espíritu y no se debilite bajo el hielo o la sequía y que la flor del amor fraterno florezca y que sea representante de todas las flores del Paraíso".

Agradecido inclinó el ángel la cabeza, besó la mano del Señor y se dispuso a ejecutar su petición, así llegó la Rosa de Navidad a la tierra, siendo el primer lugar en que apareció la tumba de la madre de aquel niño que con tanto cariño la pidió. Se dice, que los hombres de buena voluntad perciben todavía hoy su sagrada procedencia.

Rosa de Navidad, (Helleborus niger). Planta vivaz de unos 40 cm. de altura que florece durante el invierno, puede resistir -15ºC, tiene una flor blanca con un tono rosáceo y es altamente venenosa.

1 comentario:

  1. Bonito y entrañable cuento. Siento tristeza y a su vez alegría según lo estoy leyendo. un abrazo y me encanta esta faceta tuya, es una bonita manera de expresr tus sentimientos y emociones. Cristina

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